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Poco o mucho que decir

Poco o mucho que decir Que triste es mi pueblo en invierno: apenas puedo contar nada. Lo mejor: el frío nocturno, el peso envolvente de mantas, el calor de la bolsa de agua y mi mano helada asomando un libro, mientras caliento la otra dentro. Lo peor: el mismo frío, que espanta a la gente y me deja sin paseos en bici, estos días tan cortos…

Quedo con J y exprimimos nuestras conversaciones de siempre: ninguno está dispuesto a cambiar de posición y, además lo pasamos bien. Me habla de sexo sin palabras (y casi sin deseo), de las historias que todos conocéis y que seguro que son ciertas. Cada vez me da más pereza hablar de sexo, tengo que lograr lo mismo con practicarlo: que me aburra. Me iría mejor.

Una historia curiosa: Diego (que merece muchas palabras), el chico al que una bomba arrancó los dedos de su mano izquierda, ha logrado follar, después de mucho tiempo deseándolo (tiene 22 años). “Pues no es para tanto”; estoy de acuerdo, pero hay que seguir intentándolo. Hace unos días, surgió la ocasión en un pueblo cercano al que fueron de fiesta. D. conoció una chica y fueron al coche, sin recordar que había quedado con otro amigo, Chaqueta, para volver a casa. Como todo estaba cerrado decidieron que éste se quedara en el coche con ellos, en la parte de atrás, pero la chica se sentía incómoda y Ch. se metió en el maletero. Total, que todo se alargó y Chaqueta (un tío majo) sacó la mano por un hueco, tocó a Diego y dijo, aterido: “Oye, ¿os queda mucho? Que me estoy quedando arrecido…” Bueno, es una tontería, pero me parece divertido: esa mano espectral apareciendo de la oscuridad, los otros en acción…

Pamela, de 92 años, inauguró ayer el flamante tanatorio de mi pueblo. Una mujer extraña: siempre vieja (hace mucho la vi por última vez, me daban miedo sus arrugas abisales) y un poco maldita. Esas cosas que pasan en los pueblos: hay familias a las que se tiene manía y nadie sabe cómo ni por qué. De niños, gritamos y aporreamos la puerta de Pamela y su familia (las Tutas) casi cada día. [Una vez, Florián, que estaba en el campanario tocando a misa, atinó a colar una piedra en la chimenea de las Tutas (casi imposible si lo intentas a propósito), con la mala suerte de que ellas estaban calentándose al fuego y las hirió en la cabeza…]
Pamela (en realidad Elvira: el mote viene de la Pamela de Dallas y sus cortes de pelo idénticos) acabó en una residencia donde, como una bruja inversa, pedía caramelos a todos los visitantes de los internos. Allá donde estés, espéranos mucho tiempo.

2 comentarios

Amber -

A ver si es Pam la culpable de todo! Espero que te hayan sacado esa espinita del ojo. ¿no será que te pasaste con el rimel? Que te veo un poco cargado ultimamente...

Cantamañanas -

Pobre Pamela, lo siento en el alma, ahora mismo se me cae una lagrimilla del ojo izquierdo, parte por esa mujer tan chula, parte por que se me ha metido algo en el ojo y no puedo sacarlo desde hace dias, es un poco drastico pero me voy a urgencias.